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jueves, 14 de enero de 2010

El día que volví a nacer

Dentro de poco se van a cumplir 4 años de un terrible accidente en el que estuve involucrado, pudiendo tener consecuencias fatales. Gracias a Dios, estoy vivo y con plena salud para contarlo.

Lo recuerdo perfectamente, sucedió el 23 de enero del 2006, alrededor de las 12 PM a 3 días de la ceremonia en la que recibiría mi diploma de bachillerato. Me encontraba en el asiento del copiloto acompañando a Isaac Abramowicz, quien conducía un precioso Chevrolet Optra blanco con casi 6 meses de uso, el cual había sido su regalo de cumpleaños número 18.

Veníamos de lavar el auto en uno de esos huequitos del centro de la ciudad, donde por la módica suma de 3 dólares hacían un excelente trabajo, dejando al auto como nuevo por dentro y también por fuera. Nos dirigíamos hacia las calles Alejo Lascano y Av. Del Ejército, viniendo por esta avenida en sentido sur-norte, cuando de repente en la intersección con la calle Francisco de Marcos nos ocurrió un accidente bastante desafortunado: un camión fletero impacto en la ventana de Isaac, destrozando la carrocería del auto y su brazo izquierdo, además de ocasionarle varias cortadas debido a la rotura de los vidrios de su ventana. Yo en cambio, sufrí aquello que llaman el “efecto látigo”, en el cual mi cuerpo fue impulsado hacia adelante y de nuevo hacia atrás a toda velocidad en cuestión de segundos producto del impacto.

Ninguno usaba cinturón de seguridad, por lo que considero un milagro el hecho de no haber salido volando por el parabrisas delantero, mientras que a él, el airbag le sirvió de salvavidas. Inconsciente, lo único que recuerdo fue haber subido caminando a la ambulancia con el cuerpo bañado en sangre, mientras a mi acompañante lo subían en camilla. Una vez dentro, me facilitó su celular desde donde llamé a su papá y a mi tío Mario, para que estuvieran alerta a la situación.

Al llegar al hospital, mis padres estaban esperándonos. Jamás podré olvidar la cara de angustia de mi mamá y sus caricias de consuelo ante mi dolor apenas llegué. Casi enseguida, una enfermera procedió a hacerme unas preguntas para investigación, en la que se determinó que estuve entre 20-25 minutos inconsciente desde el impacto del camión hasta mi llegada a la casa de salud. Literalmente, fue pura adrenalina: no podría describir con palabras el intenso dolor físico y psicológico que sentía en ese instante y que me acompañaría por los próximos 2 días. Una verdadera pesadilla.

Esa misma tarde fui ingresado a cuidados intensivos donde me hicieron toda clase de análisis médicos y posteriormente durante la noche fui intervenido quirúrgicamente por el Dr. Jorge Sigua García. A la mañana siguiente, desperté viendo la noticia de mi accidente en todos los canales de televisión del país e incluso ocupando varias líneas en los diarios mas importantes de Guayaquil. Al ver la imagen del vehiculo destartalado por completo, comprendí que seguía vivo gracias a una intervención divina. No podía ser de otra manera.

Durante ese 24 recibí gran cantidad de visitas y llamados telefónicos de amigos, familiares y demás allegados. Tanto apoyo fue una inyección de ánimo incalculable, que me permitió comprender que tendría una pronta recuperación y al mismo tiempo, sería capaz de retomar mi vida más temprano que tarde.

Finalmente, el miércoles 25 antes del medio día fui dado de alta en silla de ruedas y con orden de reposo absoluto. Temía perderme mi graduación, sin embargo con mucho esfuerzo pude asistir a ella el jueves 26 a las 6 PM, donde recibí mi diploma de bachillerato y me tome las respectivas fotos andando de pie por mis propios medios; eso sí, acompañado de un molesto pero imprescindible cuello ortopédico. Después de eso, reposo obligado por varias semanas.

Solo hoy, 4 años después puedo asimilar la magnitud de lo sucedido y por eso, me tomé el tiempo de escribir este artículo. Una experiencia que me permitió descubrir que el sabio barbudo de allá arriba tenía y sigue teniendo muchos planes para mi, por lo tanto seguramente consideró que no era el momento de marcharme.

Pues si, así es la vida: podemos perderla en el instante menos esperado y de la manera mas imprevista.

Moraleja: ¡EL CINTURÓN DE SEGURIDAD SALVA VIDAS, ÚSALO SIEMPRE!

En memoria de Christiam Arturo Palacios Boloña. Paz en su tumba.

1 comentarios:

Claudio Vaca Intriago dijo...

Mucha suerte tuviste, afortunadamente estas vivo, que bien que ahora tengas ese tipo de mensajes para los demás, así ayudas a hacer conciencia de la importancia del cinturón de seguridad, un saludo....

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