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jueves, 29 de abril de 2010

Paseo por el Salado

Este último fin de semana tuve la oportunidad de subirme a una pequeña lancha por el Estero Salado. Parece mentira, pero aunque haya vivido toda mi vida en Guayaquil nunca me di un tiempo para conocer el brazo marino que cruza esta ciudad.

Hace mucho rato, la regeneración urbana le cambió la cara al Malecón del Salado, creándose un ambiente propicio para que nuevos atractivos turísticos le den una imagen renovada a la ciudad. Lo curioso del asunto es que, aunque paso por este lugar al menos una vez a la semana, nunca me había subido en uno de esos botes que están a tan pocos pasos del Puente El Velero.

Eran las 15h30 de un sábado con cielos cubiertos y temperatura agradable, con la imponente brisa característica del estero. ¡Cuánta calma! Por un instante, comencé a cuestionarme por qué no conocí antes a este lugar tan único. No valía la pena: tanta calma me absorbió por completo y lo único que pude hacer fue disfrutarla.

Así transcurrieron 45 minutos de paseo en buena compañía y con la guía de un remero experto, quien además de realizar su oficio con mucho entusiasmo, nos iba contando los secretos de este importante ícono guayaquileño, que en mi opinión ha sido olvidado por mi generación. Da la sensación de que el estero esta ahí, pero no lo hacemos nuestro. ¿Qué cosas, no?

Todo un lujo por un precio regalado: el alquiler del bote con hasta 6 pasajeros cuesta 4 dólares por cada 45 minutos (pudiendo tranquilamente duplicar ese tiempo) más 1.50 por los servicios del remero, con la opción de entregarle una propina.

¡Se los recomiendo!

martes, 6 de abril de 2010

Matricularse en la UCSG

Este artículo fue escrito en enero del 2008 y presentado ante la maestra respectiva como una propuesta viable para dinamizar la comunidad universitaria, lo cual fue una iniciativa promovida desde la Vicerrectoría Académica.

Este semestre está próximo a finalizar, ya que la próxima semana presentaremos tutorías y durante la semana siguiente estaremos rindiendo nuestros exámenes correspondientes al segundo parcial. Posteriormente, muchos comenzaremos inmediatamente el período de vacaciones, mientras otros tantos prologarán el sufrimiento un par de semanas más hasta la semana de exámenes supletorios.

Al fin y al cabo, todos tendremos nuestras merecidas vacaciones durante prácticamente 2 largos meses. Algunos aprovecharemos para descansar, reunirnos con nuestra familia y seguramente otros optarán por la opción de viajar: será un merecido período de descanso.

Descanso que terminará abruptamente durante el período de matriculaciones en la universidad, allá por el mes de abril, puesto que el mismo se convierte habitualmente en una odisea, donde la pérdida de tiempo y el corre corre son una constante bastante desagradable que nos vemos obligados a enfrentar.

Es penoso que en un mundo tan competitivo y orientado hacia la calidad, tengamos que ser víctimas en silencio de un proceso del que muchos estudiantes ya estamos hartos hasta el cansancio. No es admisible que en el siglo XXI se den este tipo de situaciones por demás incómodas e intolerables.

Actualmente, para proceder a matricularnos en las diferentes carreras tenemos que sortear una serie de idas y vueltas, que nos terminan tomando alredor de 2 horas (un tiempo totalmente exagerado en términos de servicio), en el mejor de los casos. Detallaré una pequeña síntesis del tedioso proceso de matriculación en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

1. Adquirir en la Librería Científica la especie valorada para trámites universitarios. La misma que tiene un valor de $1.25, lo que es cuestionable al ser estudiantes de una universidad que dice ser “sin fines de lucro”.
2. Llenar la especie recién adquirida, dirigiéndola al decano de la facultad, solicitándole matrícula para el semestre que está por comenzar. Una autoridad que jamás leerá personalmente nuestra petición y que dependiendo de la facultad, visita la universidad un par de horas, unas pocas veces por semana.
3. Sellar la respectiva especie en el Departamento de Tesorería, para constatar de que el alumno se encuentra apto para matricularse en la Universidad. Aquí nos vemos resignados a realizar una fila excesivamente larga, recibiendo un trato carente de buenos modales por parte de los guardias de seguridad que vigilan el lugar y en un espacio bastante reducido.
4. Dirigirse a la secretaría de la carrera para una vez con la especie lista, proceder a llenar la solicitud de matrícula. Esto es digno de un circo, puesto que las oficinas de carrera son en muchas ocasiones pequeños cubículos, donde a su exterior reina el desorden y se vive una especie de anarquía. Es atendido el más vivo o el que goza de padrinos, después el resto.
5. En ella, se detalla nuestra información personal, además de las materias y horarios de las materias que vamos a tomar en el semestre que está por comenzar. Este es un proceso realizado a mano. ¿En plena era digital, con la amenaza climática rozándonos los talones? Sería prudente el ahorro de papel.
6. Una vez lista la documentación requerida por la Universidad, se retira la orden de pago de matrícula.
7. Nos dirigimos a cualquiera de los canales disponibles para realizar el pago. Estos son: Departamento de Tesorería para pagos con cheque o tarjeta de crédito, o los Bancos Bolivariano y Guayaquil (dependiendo de la facultad) para pagos en efectivo.
8. Una vez efectuado el pago, regresamos una copia del mismo a la secretaría de nuestra carrera. ¿Otra vez a rogar que nos atiendan?
9. Poco tiempo después, recibimos la confirmación de nuestros horarios. Poco tiempo no son 2 horas, en la UCSG poco tiempo podrían ser tranquilamente un par de semanas.
10. Finalmente, estamos listos para comenzar nuestros estudios. ¿Recién?

Esto debe cambiar, definitivamente no es posible que siga sucediendo. Si el cambio no viene desde el cliente interno (la administración), este debe llegar necesariamente desde el cliente externo (los estudiantes).

Siendo necesario reforzar la identidad universitaria, considero necesario presentar una visión moderna del servicio al cliente que necesitamos, merecemos y sobre todo por el que pagamos. A esta propuesta la denominaré “Centro Integral de Servicios Estudiantiles”, muy parecida a las oficinas de servicio al cliente de los bancos privados.

Mencionaré el caso de la banca privada, que aunque en el Ecuador es cuestionada, nos provee de útiles servicios a los que ya me referí anteriormente. Supongamos que usted tiene una cuenta de ahorros en un banco y a través de ella obtiene un paquete interesante de servicios adicionales, como banca virtual, tarjeta de débito para retiros en efectivo, banca telefónica y un sistema de pagos internacional incluido también en su tarjeta de débito como Visa Electron o Maestro.

Lamentablemente días después, usted es víctima de la delincuencia y sufre el robo de su tarjeta de débito. Con su cédula de identidad, se dirige a cualquier medio de atención del banco, ya sea físico o electrónico y procede a reportar su tarjeta como robada. Lo hace cómodamente, en cuestión de minutos y con buenos (dependiendo del banco) niveles de servicio.

El proceso electrónico lo realiza a través de la banca telefónica o virtual, sin firmar ningún documento físico, sino amparado en su Firma Digital la cual está contemplada en la Ley de Comercio Electrónico del Ecuador y que tiene la misma validez que una firma física.

Mientras tanto, el proceso físico se lo realiza visitando cualquiera de las oficinas del banco, en donde debe dirigirse a una sala donde pacientemente y en orden espera su turno, hasta ser atendido por un Agente de Servicios Bancarios capacitado para ayudarlo a solucionar todos sus requerimientos bancarios. Es decir, sin mayores vueltas en pocos minutos se obtiene solución inmediata a sus problemas.

Aplicado a la universidad, estos procesos se llevarían a cabo de una forma muy parecida en asuntos como los procesos de matrícula, resciliación de materias, justificación de faltas, convenios de pago, consultas, reclamos, etc.

Esto daría como resultado una reducción en los gastos operativos (entiéndase burocracia) que asume la universidad, agilitaría los procesos en que deben incurrir los estudiantes y contribuiría a dinamizar aún más a nuestra comunidad universitaria.

De esta forma, al momento de matricularse se eliminarían tantos procesos obsoletos, como los ya mencionados, por unos métodos más modernos y eficientes. Uno bien podría matricularse por Internet, confirmando que se encuentra apto para solicitar matrícula, escogiendo las materias y los horarios respectivos, actualizando nuestros datos si fuese necesario y hasta cancelando los valores por vía electrónica con recursos como transferencia bancaria o pago con tarjeta de crédito.

Los que no dispongan de Internet en casa, pueden hacer uso de un Call Center exclusivo para los estudiantes, con los mismos procesos recién descritos, teniendo en este caso que realizar los pagos respectivos de manera física.

Por último, para los amantes del espacio físico de la universidad (que son muchos), una oficina única que para criterios operativos se llamará, como ya lo mencionamos, “Centro Integral de Servicios Estudiantiles”, a donde los estudiantes puedan acercarse a realizar todos sus trámites sin contratiempos. Para efectos de pagos, tendrán junto a estas oficinas de soluciones, varias cajas a donde puedan cancelar los valores correspondientes en tarjeta de crédito, cheque o efectivo.

Así de sencillo.

jueves, 1 de abril de 2010

Un domingo pedaleando en Guayaquil

Este artículo fue escrito en octubre del 2009. Por cosas de la vida, no fue subido en aquel entonces. De todas formas, aquí está.

Tenía semanas dándole vueltas al asunto. Al principio, me invadía el temor pues no quería sufrir algún accidente y debía planificarlo de la mejor forma posible. Por más descabellado que fuere, sentía un impulso demasiado grande. Hasta que un buen día me animé: saldría desde Urdesa Norte (a la altura de la iglesia mormona) hasta mi casa en la vía a la costa pedaleando en mi bicicleta.

Me levanté un domingo a eso de las 7 de la mañana, desayuné algo ligero y me alisté para salir. Tomé la Rodrigo Chávez en sentido sur hacia el puente que conecta esta ciudadela con Kennedy Norte y pedaleé por la marginal del Salado (José Castillo) hasta la gasolinera Mobil de la Francisco de Orellana. ¡Qué placer, qué brisa! Muchos madrugadores al igual que yo, pedaleaban o trotaban por esta tranquila vía, a pocas cuadras de una avenida que puede ser tan caótica como la Orellana.

Giré por la Francisco de Orellana y avancé hasta San Marino. Después de un alto debido al semáforo, continué por la San Jorge hasta la Av. Delta junto a la Universidad de Guayaquil. Aquí el primer temor, pues la gran cantidad de buses que cruzan esta avenida me hicieron tener mucha más precaución mientras pedaleaba. Incluso un domingo tan temprano, pues es de conocimiento público que esta universidad tiene clases los fines de semana.

Avancé con cuidado hasta la Tungurahua y empecé a sentir el trajín del recorrido. Sin estado físico, tenía que dosificar mis energías y por lo tanto, sentía que era el momento de un descanso. Para mi sorpresa, los guardias del Malecón del Salado me impidieron entrar al sitio con mi bicicleta. ¡Qué absurdo! Sin embargo, después de una sencilla negociación con el guardia (ojo, no hubo coimas… estoy convencido de que todo se puede resolver hablando), este me permitió entrar a descansar con mi bicicleta con la condición de que no rodara dentro del parque. Muy a mi pesar, así tuve que hacerlo.

Después de sentarme un rato a descansar e hidratarme, decidí continuar con el trayecto. Tomé Lizardo García hasta la calle Aguirre y avancé hasta el puente El Velero, donde ratifiqué mi falta de estado físico, al sentir intenso dolor en las piernas al subir la pequeña loma del puente. Seguí por la Avenida Barcelona, donde pasé por la ciudadela Ferroviaria y la primera parte de Bellavista. Se venía otro puente, en este caso un paso a desnivel… ¿Iba a subirlo? ¡No! Preferí girar a pie a la altura de la gasolinera Terpel y continuar mi recorrido.

Pedaleando por la Barcelona, empecé a sentir como los buses pasaban a toda velocidad a menos de un metro de mi cabeza. Sentía un susto tremendo, pues no tenía casco ni protección alguna. Tenía que estar loco para hacer lo que hice. Y bueno, este loco empezó a sentir sed otra vez y decidió parar en la “Esnaqui del Ídolo”, esa famosa despensa junto al estadio a hidratarse otra vez. Por ser día de partido, ahí se encontraban (como no podía ser de otra manera) los vecinos del sector, todos barcelonistas, desayunándose unas buenas jabas de Pilsener. Mientras tanto, comencé a sentir muchas miradas encima de mí. A lo mejor se debía a que no era del barrio y mi presencia no era común. O al menos, eso yo pensaba en principio. ¡Pero que tonto, si andaba de azul! Así que para no ganarme gratis algunos enemigos mortales, tuve que sentarme bien lejos de esos hinchas a beber más agua, para luego seguir con mi recorrido.

Seguí hasta girar en la José Rodríguez Bonín, donde habían más buses pero también más semáforos. Sin sobresaltos, finalmente llegué al último y más peligroso tramo de la ruta: la Avenida del Bombero. No sólo buses y autos a toda velocidad, sino otra pendiente que me exigiría mayor esfuerzo. ¡Estaba completamente loco!

Mitad de la pendiente y de repente, comencé a marearme. Tuve que parar otra vez para beber más agua de nuevo y respirar profundo. Calmarme y tener claro que debía llegar a la meta. Tan cerca no había vuelta atrás.

Una vez más tranquilo, arranqué. La pendiente había quedado atrás y después de ella (casi entre el puente sobre la perimetral y el antiguo club del Banco del Pacífico) un muy relajante descenso. La norma dice que los ciclistas debemos situarnos al costado derecho de la vía. Por más que lo intentara, muchos buses que vienen a toda velocidad se sitúan en ese mismo carril para recoger pasajeros y girar hacia la Vía Perimetral. ¿Supervivencia? ¿Locura? Preferí ir a la izquierda, donde me sentí más seguro.

No obstante, volví a sentir esa sensación de autos a toda velocidad respirándome al costado. Sabía que duraría breves minutos, ya casi estaba llegando a la meta. Así fue, llegué a la intersección del semáforo antes de Puerto Azul y llegado mi turno, avancé hasta la “meta”. Tranquilamente entré por la puerta principal y le di la vuelta a la urbanización antes de llegar a mi casa.

Una vez al pie de ella, me desparramé del cansancio sobre la puerta. Me senté unos minutos, para luego entrar, guardar la bicicleta y beber más de un litro de agua. En total, me tomó hora y media el recorrido.

Definitivamente, tengo que volver a pedalear en grupo. ¡Estas locuras me pueden salir muy caras! Igual no me arrepiento y con mucha más precaución, lo volvería a hacer.

domingo, 28 de marzo de 2010

Orden de prisión contra Emilio Palacio

La orden de prisión contra Emilio Palacio, editorialista de Diario El Universo, por su artículo de opinión "Camilo, el matón" respecto del Presidente de la CFN, Camilo Samán, constituye un grave atentado contra la libertad de opinión en el Ecuador. Sin duda, es una medida que saca a relucir el ambiente de autoritarismo con el que estamos comenzando a convivir de a poco en nuestro país. Más pronto que tarde nos vemos sumergidos en una ola tras otra de represión y censura.

De cumplirse la condena impuesta, este periodista se convertiría en el primer preso político de renombre de la denominada Revolución Ciudadana. Curiosamente, la sentencia se da el mismo día en que el Presidente de Venezuela visitaba nuestro país.

Según el dictamen de la jueza encargada del caso “la dignidad y el buen nombre están por encima de la libertad de expresión”. Permítanme exponer mi desacuerdo al respecto.

Jugué fútbol asiduamente hasta los 18 años de edad. Cualquiera que haya jugado este deporte sabe que en medio de la tensión de un partido, mucha presión e insultos suelen venir desde nuestros propios compañeros e hinchas. Pero es mucho más común que estos ataques vengan con mayor dureza desde nuestros oponentes (literalmente te dicen de todo). Una parte importante de mi trabajo es ignorar esos insultos y mantenerme enfocado en lograr RESULTADOS POSITIVOS, ya que formo parte de un equipo comprometido por alcanzar un OBJETIVO.

Mis aciertos o errores no estarán exentos de críticas: es parte del juego. Y el partido en juego, señores, es el futuro del Ecuador. Con escándalos de este tipo, no avanzamos a ninguna parte. ¡No sumamos!

Cabe la pregunta… ¿En qué país queremos convertirnos?

viernes, 26 de marzo de 2010

Hijos de la Burguesía

No hace mucho, durante una presentación de proyectos en la universidad, me ocurrió un incidente bastante desagradable con un compañero de aula, perteneciente a una de las familias más influyentes del país.

Al final del evento, los participantes del mismo fuimos invitados a posar para la foto del recuerdo. Este señor, en actitud prepotente, tuvo el arrebato de empujarme con la intención de impedirme el paso a la foto, ante lo cual, inmediatamente protesté. Sorprendido ante mi justo reclamo, este pobre ser humano no hizo más que escupir más prepotencia. ¡Tremendo! Cabría preguntarse: ¿Dónde queda el respeto hacia los demás? Y por supuesto también, ¿Dónde están las normas básicas de convivencia?

Debido a que tuve el privilegio de estudiar en reconocidos colegios (en uno jesuita, especialmente) y desde hace más de 10 años tengo la fortuna de vivir en una urbanización privada, he podido palpar en directo y conocer a fondo a la nueva generación light guayaquileña. Gracias a Dios, a pesar de haber vivido entre ellos tantos años, no comparto su esencia ni mucho menos sus valores.

Aunque nuestro “querido” presidente los llame Pelucones, yo prefiero denominarlos tal como lo que son: hijos de la burguesía. Becados de la vida que se criaron convencidos de estar por encima de la ley, gracias al poder del dinero y las influencias, en medio de prepotencia, soberbia, excesos, libertinaje e impunidad.

La mayoría son hijos de exitosos empresarios, políticos y profesionales quienes absorbidos por su trabajo encomiendan –sin querer– su crianza a niñeras, empleadas domésticas y hasta a choferes. Esta situación origina un crecimiento carente de cariño, el mismo que es recompensado a través de bienes materiales, lo cual a largo plazo termina creando un patrón material-afectivo que en algunos casos, los terminará acompañando por el resto de sus vidas.

Así mismo, van convirtiéndose en gente cabeza hueca con muy pocos valores morales y éticos, que muchas veces desconocen la amistad verdadera e ignoran por completo los pequeños detalles de la vida. Tienden a rodearse de gente con los mismos síntomas, formando círculos bastante cerrados y hasta cierto punto, impenetrables. Pero también, debido a su posición económica y social, no sería extraño observarlos rodeados de falsos amigos, quienes en realidad son adulones interesados (particularmente en mi universidad a esa clase de gente se la encuentra en abundancia… obsecuentes a más no poder, son una lástima). Además, tienen relaciones amorosas marcadas por la inestabilidad y el materialismo.

Se refugian en el bienestar y el placer de sus pequeñas burbujas, rodeados de comodidades y alejados completamente de la realidad. Es sin duda, un mundo de apariencias donde por ejemplo se premia socialmente el tener autos de lujo y enormes residencias, muchas veces teniendo poca importancia como fueron conseguidos esos bienes, es decir si se incurrió en prácticas corruptas, fraudulentas o ilícitas para conseguirlos.

Aunque estoy acostumbrado a convivir con estas situaciones casi a diario, hay casos que todavía no dejan de sorprenderme. ¡Llega un punto en que digo no más! Necesito escribirlo, compartirlo. Me veo en la necesidad de crear conciencia.

Es una pena ver el desperdicio de dinero, contactos y demás recursos de muchas estas personas: en lugar de vivir en la nebulosa pensando solamente en banalidades, podrían ser un aporte extraordinario de servicio a los demás. ¡Cuánto podrían ayudar a construir una mejor sociedad! Lamentablemente, son los últimos en enterarse de aquello.

viernes, 12 de febrero de 2010

Patada cívica

El día de ayer tuve la oportunidad de asistir a esa gran fiesta democrática (o patada cívica, como prefieran llamarle) que celebramos los guayaquileños, quienes hace varias semanas fuimos convocados por nuestro alcalde Jaime Nebot con el motivo de alzar nuestra protesta contra la injusta repartición presupuestaria desde el Gobierno Central.

No voy a negar que detesto las aglomeraciones y que me había resistido anteriormente a asistir a una de estas marchas, sin embargo esta fue por demás una ocasión especial: no tanto por el tema de las rentas que tanto se reclama desde la alcaldía, sino como un verdadero rechazo al ambiente de autoritarismo que se vive hoy en día en el país. Al menos, ese era el espíritu de la mayoría de los presentes en esta multitudinaria marcha.

Viví esta fiesta desde muy temprano, casi desde las 13.45 cuando un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG) nos dirigimos desde el predio universitario hasta la Plaza Rodolfo Baquerizo Moreno, para avivar a los transeúntes a unirse a la marcha. Desde allí, emprendimos camino a pie hacia el Parque Centenario.

Una vez en el parque, opté por separarme del grupo y decidí aventurarme (créanme, el termino calza perfectamente) hacia la multitud que se situaba al pie de la tarima desde donde el bigotón pronunciaba su discurso. Usé un truco aparentemente sencillo, me dirigí hacia el Malecón por la calle Vélez y al llegar a la Plaza San Francisco corté camino por la vereda del Registro Civil (aquí sufrí múltiples empujones) hasta llegar a los bajos de la oficina de Iberia, en plena esquina de Malecón y 9 de Octubre. Pidiendo permiso, entre idas y vueltas, mezclándome entre los presentes, llegué a ubicarme prácticamente diagonal al alcalde y pude escuchar en directo, desde muy cerca su notable discurso: verdaderamente inspirador, como bien reflexionó una compañera de aula horas después del evento.

Una fiesta que se vivió sin violencia, ordenadamente y con un impresionante espíritu cívico que se podía respirar en las calles. La Metrovía funcionó de manera gratuita antes y después de la marcha, así que a eso de las 17.20 pude abordar un articulado en la estación de la Biblioteca Municipal y dirigirme a mi universidad sin ningún problema. ¿Hace 20 años esto hubiera sido posible? Definitivamente no, lo cual me hizo sentir orgulloso de vivir activamente mi ciudad. Un dato interesante, pues me atrevería a afirmar que los nacidos en la década del 70 no pudieron disfrutar (sí, disfrutar) de Guayaquil tanto como mi generación.

Entre tantas banderas, pancartas y camisetas, me llamaron mucho la atención el cartel contra Chávez, el sánduche gigante, el pulpo centralista, la cacerola vacía y el burro pintado de verde con el número 35. Ah, y también un cartel recordándole al dictador Rafael Correa el triste final de Eloy Alfaro: ojalá no se llegue a tanto.

La lucha recién comienza… ¡VIVA GUAYAQUIL!

PD: Revisen las excelentes galerías fotográficas preparadas por El Comercio y Hoy sobre el evento.

jueves, 4 de febrero de 2010

Elecciones FEUCG 2010 - 2012

Aunque han pasado 2 semanas y en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG) muchos estudiantes ya conocemos los resultados de los comicios celebrados el pasado 22 de enero, quisiera tomarme unas líneas para compartir mis reflexiones al respecto.

Lamentablemente, el demagógico ambiente electoral que hace 1 mes vivimos en la universidad hizo que muchos olvidaran la pésima imagen que nos ganamos ante la opinión pública, debido a los hechos ocurridos en el 2008, a los que ya me referí en un post anterior.

En su momento, supimos que uno de los mayores responsables de este vergonzoso hecho fue el Presidente saliente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica de Guayaquil (FEUCG), líder de la agrupación Independientes y actual asambleísta por Alianza PAIS, Eduardo Sánchez Peralta. Es de conocimiento público que este señor es uno de los mayores defensores del nuevo proyecto de Ley de Educación Superior impulsado por el oficialismo.

Siendo esto así, no sorprendió que durante las semanas previas a las elecciones, se rumore con insistencia (acaso la única fuente de información sobre las decisiones políticas en nuestra universidad) sobre el otorgamiento de un crédito estatal a favor de la FEUCG para remodelar su sede.

Finalmente el día de las elecciones, pudimos observar en los pasillos de la universidad la presencia del ahora ex Ministro del Litoral, Nicolás Issa Wagner (rodeado de guardaespaldas y con una carpeta negra bajo sus brazos) acompañado de la asambleísta por Alianza PAIS, Viviana Bonilla.

Semejante presencia, seguramente mantuvo muy bien informado al Presidente Correa, quien 1 día más tarde durante su cadena sabatina del 23 de enero anunció (antes que la propia universidad de manera oficial) los resultados de la elección para Presidente de la FEUCG 2010 – 2012, en los que resultó ganador el candidato de la agrupación Independientes, Abraham Bedran Plaza.

En definitiva, al reelegir a esta agrupación, los estudiantes de la UCSG han sido cómplices (de manera consciente o no) de la injerencia del Gobierno y de algunos de sus más altos funcionarios en las decisiones internas de la política universitaria.

Conscientemente, sabiendo que el Estado se encamina a convertirse en el mayor empleador del país, encontrando en las aulas universitarias el lugar propicio para palanquearse un puesto público en un futuro cercano, conociendo de antemano los privilegios de la burocracia dorada.

Inconscientemente, seguramente porque el candidato ganador tenía buena retórica y andaba bien vestido, organizó buenas fiestas, repartió volantes prometiendo el oro y el moro, quizá algún amigo formaba parte de su lista… En fin, cuestiones propias de la dinámica electoral universitaria.

Respecto a este sector inconsciente (tan alarmante por ser mayoría), es lamentable observar con total estupor su desinformación y peor aún, su desinterés en los temas políticos y económicos nacionales e internacionales, desconociendo el alcance de estas decisiones en su vida presente y futura. Como si fueran incapaces de bajarse de una nube donde viven una especie de vida ociosa y regalada, que les impide ver la realidad.

Si estos estudiantes son los futuros profesionales llamados a construir el país del mañana… ¿Qué futuro nos espera?

Espero sus comentarios.

lunes, 18 de enero de 2010

Un tal Norman Wray

Era 2005, mi último año del colegio: con un grupo de compañeros fuimos invitados a participar de un foro intercolegial con un joven político quiteño, desconocido hasta entonces, un tal Norman Wray.

Decía ser miembro de Ruptura 25, aquellos (en su mayoría) brillantes muchachos que orquestaron un golpe de estado pacífico desde la sociedad civil contra el gobierno corrupto del dictócrata Lucio Gutiérrez.

Nos contaba que estaba recorriendo el país buscando ideas y propuestas de jóvenes de mi edad, pues según él, jóvenes como yo debíamos recibir un nuevo país en 10 años y por lo tanto, nosotros debíamos participar del “proceso de cambio”. Palabras dulces al oído de cualquier ecuatoriano en aquel entonces y mucho más para un muchachito de 17 años, como yo en esa época.

Su principal propuesta consistía en convocar a una consulta popular con el fin de preguntarle a los ecuatorianos si estábamos de acuerdo o no con la instauración de una Asamblea Nacional Constituyente, que reformara la institucionalidad del Estado y siente las bases de un país que necesitaba con urgencia insertarse en el mundo. Vuelvo y repito, una propuesta maravillosa para la mayoría de los ecuatorianos en aquel tiempo.

¿Cómo no iba a serlo? Con una institucionalidad llena de abusos de poder, corrupción, burocracia, nepotismo, piponazgo, secuestrada por partidos políticos y convertida en caldo de cultivo de la ineficiencia, esta propuesta calaba hondo en todos quienes la escuchábamos.

A la sazón, transcurrían días en los que el dictócrata recién había sido derrocado y Alfredo Palacio acababa de asumir el poder. Él denunciaba abiertamente la necesidad de “refundar” el país a través de una Asamblea Constituyente.

Por ese entonces, me imaginaba un estado menos burocrático, más pequeño y cercano a la gente. Imaginaba también un estado que intervenga lo menos posible en la economía, que genere un clima propicio para los negocios y la inversión privada, respetando las libertades individuales y brindando incentivos para los emprendedores… Todo eso quedo en sueños, los ecuatorianos ya conocemos el desenlace de esta historia: tiramos al tacho de la basura una oportunidad histórica para refundar el país.

En aquel foro, recuerdo haberle dicho a Norman Wray que soñaba con un país de paz. ¿Paz? ¡Qué muchachito tan ingenuo, qué risa!

Pues bien, hoy ni siquiera tenemos eso: ¿Cómo vamos a tener paz? Nos miramos de lejitos con nuestros hermanos colombianos, vivimos en medio de unos niveles de violencia nunca antes vistos, tenemos un desempleo feroz y somos víctimas de una política internacional vinculada a líderes autoritarios… Después de todo, creo que no fui tan ingenuo al sugerir que quería vivir en un país de paz.

En fin, casi 5 años después mientras reviso la prensa me encuentro con ese mismo joven quiteño, presente en la rueda de prensa en la cual Fander Falconí renunciaba a la Cancillería del Ecuador por discrepancias con Su Majestad Rafael I. Junto a él, se encontraban algunos de los más emblemáticos fundadores de Alianza PAIS y militantes de Ruptura 25.

Lo único que se me viene a la mente al verlos es… ¿Será este el país con el que ellos soñaban en 2005?

jueves, 14 de enero de 2010

El día que volví a nacer

Dentro de poco se van a cumplir 4 años de un terrible accidente en el que estuve involucrado, pudiendo tener consecuencias fatales. Gracias a Dios, estoy vivo y con plena salud para contarlo.

Lo recuerdo perfectamente, sucedió el 23 de enero del 2006, alrededor de las 12 PM a 3 días de la ceremonia en la que recibiría mi diploma de bachillerato. Me encontraba en el asiento del copiloto acompañando a Isaac Abramowicz, quien conducía un precioso Chevrolet Optra blanco con casi 6 meses de uso, el cual había sido su regalo de cumpleaños número 18.

Veníamos de lavar el auto en uno de esos huequitos del centro de la ciudad, donde por la módica suma de 3 dólares hacían un excelente trabajo, dejando al auto como nuevo por dentro y también por fuera. Nos dirigíamos hacia las calles Alejo Lascano y Av. Del Ejército, viniendo por esta avenida en sentido sur-norte, cuando de repente en la intersección con la calle Francisco de Marcos nos ocurrió un accidente bastante desafortunado: un camión fletero impacto en la ventana de Isaac, destrozando la carrocería del auto y su brazo izquierdo, además de ocasionarle varias cortadas debido a la rotura de los vidrios de su ventana. Yo en cambio, sufrí aquello que llaman el “efecto látigo”, en el cual mi cuerpo fue impulsado hacia adelante y de nuevo hacia atrás a toda velocidad en cuestión de segundos producto del impacto.

Ninguno usaba cinturón de seguridad, por lo que considero un milagro el hecho de no haber salido volando por el parabrisas delantero, mientras que a él, el airbag le sirvió de salvavidas. Inconsciente, lo único que recuerdo fue haber subido caminando a la ambulancia con el cuerpo bañado en sangre, mientras a mi acompañante lo subían en camilla. Una vez dentro, me facilitó su celular desde donde llamé a su papá y a mi tío Mario, para que estuvieran alerta a la situación.

Al llegar al hospital, mis padres estaban esperándonos. Jamás podré olvidar la cara de angustia de mi mamá y sus caricias de consuelo ante mi dolor apenas llegué. Casi enseguida, una enfermera procedió a hacerme unas preguntas para investigación, en la que se determinó que estuve entre 20-25 minutos inconsciente desde el impacto del camión hasta mi llegada a la casa de salud. Literalmente, fue pura adrenalina: no podría describir con palabras el intenso dolor físico y psicológico que sentía en ese instante y que me acompañaría por los próximos 2 días. Una verdadera pesadilla.

Esa misma tarde fui ingresado a cuidados intensivos donde me hicieron toda clase de análisis médicos y posteriormente durante la noche fui intervenido quirúrgicamente por el Dr. Jorge Sigua García. A la mañana siguiente, desperté viendo la noticia de mi accidente en todos los canales de televisión del país e incluso ocupando varias líneas en los diarios mas importantes de Guayaquil. Al ver la imagen del vehiculo destartalado por completo, comprendí que seguía vivo gracias a una intervención divina. No podía ser de otra manera.

Durante ese 24 recibí gran cantidad de visitas y llamados telefónicos de amigos, familiares y demás allegados. Tanto apoyo fue una inyección de ánimo incalculable, que me permitió comprender que tendría una pronta recuperación y al mismo tiempo, sería capaz de retomar mi vida más temprano que tarde.

Finalmente, el miércoles 25 antes del medio día fui dado de alta en silla de ruedas y con orden de reposo absoluto. Temía perderme mi graduación, sin embargo con mucho esfuerzo pude asistir a ella el jueves 26 a las 6 PM, donde recibí mi diploma de bachillerato y me tome las respectivas fotos andando de pie por mis propios medios; eso sí, acompañado de un molesto pero imprescindible cuello ortopédico. Después de eso, reposo obligado por varias semanas.

Solo hoy, 4 años después puedo asimilar la magnitud de lo sucedido y por eso, me tomé el tiempo de escribir este artículo. Una experiencia que me permitió descubrir que el sabio barbudo de allá arriba tenía y sigue teniendo muchos planes para mi, por lo tanto seguramente consideró que no era el momento de marcharme.

Pues si, así es la vida: podemos perderla en el instante menos esperado y de la manera mas imprevista.

Moraleja: ¡EL CINTURÓN DE SEGURIDAD SALVA VIDAS, ÚSALO SIEMPRE!

En memoria de Christiam Arturo Palacios Boloña. Paz en su tumba.

jueves, 7 de enero de 2010

Subdesarrollo en estado puro

Hacer uso del transporte público en Guayaquil es una auténtica experiencia del tercer mundo. La falta de cultura cívica, el irrespeto y la viveza criolla entre transportistas y pasajeros no son otra cosa sino subdesarrollo en estado puro.

El supuesto servicio, en realidad es un atropello y un verdadero atentado a la dignidad humana:
buses en mal estado e incómodos, con aspecto antihigiénico y en compañía de la infaltable música a todo volumen. Conducidos por choferes con pésima educación vial, quienes con su comportamiento grosero e irrespetuoso hacen caso omiso de las respectivas paradas de bus, dejando a los pasajeros “al vuelo” en cualquier esquina (en el mejor de los casos) o bien, en plena calle (como comúnmente suele suceder) sin medir el riesgo y los eventuales accidentes que esto puede ocasionar.

Si a esto se suma el
peligro inminente de la delincuencia, no resulta difícil imaginar el sistema verdaderamente caótico que tenemos que soportar los guayaquileños que andamos a pie.

La
Metrovia, inaugurada en julio del 2006, se presentó como una alternativa bastante interesante respecto al problema del transporte público. Pienso que es un sistema digno y justo, aunque en mi criterio muestra algunas deficiencias: la desinformación en cuanto a los horarios y frecuencias de las rutas alimentadoras, la eterna fila de los torniquetes al ingreso y también, de vez en cuando, los problemas técnicos que ocasionan que los articulados se detengan entre paradas por varios minutos, mientras van llenos de pasajeros.

Lamentablemente, aquellas actitudes enemigas del progreso como la falta de cultura cívica y la viveza criolla de los pasajeros aparecen aquí nuevamente, traducidas en empujones en las filas, casos de hurto al interior de los articulados y sobretodo en el irrespeto permanente a los asientos de color amarillo asignados exclusivamente a las personas de la tercera edad, mujeres embarazadas y discapacitados, cuando cualquier cristiano decide arbitrariamente ocupar estos asientos. Siendo realista, nuestra cultura popular es así y sin educación difícilmente cambiará.

Sin embargo, tengo la impresión de que el sistema puede mejorar mucho más. ¿Cómo? Sería bueno que el equipo directivo de la Metro tome como referencia al
TransMilenio de Bogotá y adopte algunos de sus procedimientos en cuanto a información de recorridos en la página web, puntualidad en las paradas y uso de tarjetas magnéticas al ingreso, que harían desaparecer las enormes filas fuera de las paradas a la espera del botoncito verde para cruzar el torniquete, entre otras recomendaciones.

Aprendiendo y adaptando las mejores prácticas de sistemas similares en otras partes del mundo, produciría un beneficio enorme en los usuarios de este servicio que debe ser fortalecido y mejorado. Esperemos que así sea.