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jueves, 29 de abril de 2010

Paseo por el Salado

Este último fin de semana tuve la oportunidad de subirme a una pequeña lancha por el Estero Salado. Parece mentira, pero aunque haya vivido toda mi vida en Guayaquil nunca me di un tiempo para conocer el brazo marino que cruza esta ciudad.

Hace mucho rato, la regeneración urbana le cambió la cara al Malecón del Salado, creándose un ambiente propicio para que nuevos atractivos turísticos le den una imagen renovada a la ciudad. Lo curioso del asunto es que, aunque paso por este lugar al menos una vez a la semana, nunca me había subido en uno de esos botes que están a tan pocos pasos del Puente El Velero.

Eran las 15h30 de un sábado con cielos cubiertos y temperatura agradable, con la imponente brisa característica del estero. ¡Cuánta calma! Por un instante, comencé a cuestionarme por qué no conocí antes a este lugar tan único. No valía la pena: tanta calma me absorbió por completo y lo único que pude hacer fue disfrutarla.

Así transcurrieron 45 minutos de paseo en buena compañía y con la guía de un remero experto, quien además de realizar su oficio con mucho entusiasmo, nos iba contando los secretos de este importante ícono guayaquileño, que en mi opinión ha sido olvidado por mi generación. Da la sensación de que el estero esta ahí, pero no lo hacemos nuestro. ¿Qué cosas, no?

Todo un lujo por un precio regalado: el alquiler del bote con hasta 6 pasajeros cuesta 4 dólares por cada 45 minutos (pudiendo tranquilamente duplicar ese tiempo) más 1.50 por los servicios del remero, con la opción de entregarle una propina.

¡Se los recomiendo!

3 comentarios:

Juan Montalvo dijo...

Habría sido bueno ilustrar el post con más fotos o algun videito para que a todos los que no tienen la suerte de vivir en nuestra gloriosa perla se les pongan los dientes largos y se animen a visitarnos. Tiene chalecos salvavidas? Es seguro para ir con niños menores de 5 añso?

Gustavo Izurieta dijo...

Jajajaja la plena... Ni se me había ocurrido lo del video, lo tendré muy en cuenta.

Desde luego, los chalecos salvavidas estan incluídos en el valor del alquiler. En realidad, son un detalle para la seguridad de los visitantes, debido a que los botes están hechos de un material especial que no se sumerge en el agua.

La única posibilidad de terminar en el agua sería lanzándose uno mismo o recargando el peso de uno de los costados del bote. ¡Uno tendría que estar tostado para hacerlo!

No recomendaría el paseo para niños tan pequeños, el bote no es tan grande y como son tan inquietos, si van moviéndose de un lado podrían terminar causando problemas...

¿Algo más, mi estimado?

Juan Montalvo dijo...

Nada de momento, salvo pedirle que se anime con el contenido audiovisual de sus singulares paseos y sea generoso en el anecdotario de evocaciones culinarias (a buen seguro disfrutaría, cuando menos, de una sabrosísima y energizante agüita de coco para suavizar el gusto saladito de la fundita de chifles ¿o no?), pues es aplicable el truco de mujer casamentera, ya que, al turista, como al esposo, se le gana por el paladar... ;D

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