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domingo, 28 de marzo de 2010

Orden de prisión contra Emilio Palacio

La orden de prisión contra Emilio Palacio, editorialista de Diario El Universo, por su artículo de opinión "Camilo, el matón" respecto del Presidente de la CFN, Camilo Samán, constituye un grave atentado contra la libertad de opinión en el Ecuador. Sin duda, es una medida que saca a relucir el ambiente de autoritarismo con el que estamos comenzando a convivir de a poco en nuestro país. Más pronto que tarde nos vemos sumergidos en una ola tras otra de represión y censura.

De cumplirse la condena impuesta, este periodista se convertiría en el primer preso político de renombre de la denominada Revolución Ciudadana. Curiosamente, la sentencia se da el mismo día en que el Presidente de Venezuela visitaba nuestro país.

Según el dictamen de la jueza encargada del caso “la dignidad y el buen nombre están por encima de la libertad de expresión”. Permítanme exponer mi desacuerdo al respecto.

Jugué fútbol asiduamente hasta los 18 años de edad. Cualquiera que haya jugado este deporte sabe que en medio de la tensión de un partido, mucha presión e insultos suelen venir desde nuestros propios compañeros e hinchas. Pero es mucho más común que estos ataques vengan con mayor dureza desde nuestros oponentes (literalmente te dicen de todo). Una parte importante de mi trabajo es ignorar esos insultos y mantenerme enfocado en lograr RESULTADOS POSITIVOS, ya que formo parte de un equipo comprometido por alcanzar un OBJETIVO.

Mis aciertos o errores no estarán exentos de críticas: es parte del juego. Y el partido en juego, señores, es el futuro del Ecuador. Con escándalos de este tipo, no avanzamos a ninguna parte. ¡No sumamos!

Cabe la pregunta… ¿En qué país queremos convertirnos?

viernes, 26 de marzo de 2010

Hijos de la Burguesía

No hace mucho, durante una presentación de proyectos en la universidad, me ocurrió un incidente bastante desagradable con un compañero de aula, perteneciente a una de las familias más influyentes del país.

Al final del evento, los participantes del mismo fuimos invitados a posar para la foto del recuerdo. Este señor, en actitud prepotente, tuvo el arrebato de empujarme con la intención de impedirme el paso a la foto, ante lo cual, inmediatamente protesté. Sorprendido ante mi justo reclamo, este pobre ser humano no hizo más que escupir más prepotencia. ¡Tremendo! Cabría preguntarse: ¿Dónde queda el respeto hacia los demás? Y por supuesto también, ¿Dónde están las normas básicas de convivencia?

Debido a que tuve el privilegio de estudiar en reconocidos colegios (en uno jesuita, especialmente) y desde hace más de 10 años tengo la fortuna de vivir en una urbanización privada, he podido palpar en directo y conocer a fondo a la nueva generación light guayaquileña. Gracias a Dios, a pesar de haber vivido entre ellos tantos años, no comparto su esencia ni mucho menos sus valores.

Aunque nuestro “querido” presidente los llame Pelucones, yo prefiero denominarlos tal como lo que son: hijos de la burguesía. Becados de la vida que se criaron convencidos de estar por encima de la ley, gracias al poder del dinero y las influencias, en medio de prepotencia, soberbia, excesos, libertinaje e impunidad.

La mayoría son hijos de exitosos empresarios, políticos y profesionales quienes absorbidos por su trabajo encomiendan –sin querer– su crianza a niñeras, empleadas domésticas y hasta a choferes. Esta situación origina un crecimiento carente de cariño, el mismo que es recompensado a través de bienes materiales, lo cual a largo plazo termina creando un patrón material-afectivo que en algunos casos, los terminará acompañando por el resto de sus vidas.

Así mismo, van convirtiéndose en gente cabeza hueca con muy pocos valores morales y éticos, que muchas veces desconocen la amistad verdadera e ignoran por completo los pequeños detalles de la vida. Tienden a rodearse de gente con los mismos síntomas, formando círculos bastante cerrados y hasta cierto punto, impenetrables. Pero también, debido a su posición económica y social, no sería extraño observarlos rodeados de falsos amigos, quienes en realidad son adulones interesados (particularmente en mi universidad a esa clase de gente se la encuentra en abundancia… obsecuentes a más no poder, son una lástima). Además, tienen relaciones amorosas marcadas por la inestabilidad y el materialismo.

Se refugian en el bienestar y el placer de sus pequeñas burbujas, rodeados de comodidades y alejados completamente de la realidad. Es sin duda, un mundo de apariencias donde por ejemplo se premia socialmente el tener autos de lujo y enormes residencias, muchas veces teniendo poca importancia como fueron conseguidos esos bienes, es decir si se incurrió en prácticas corruptas, fraudulentas o ilícitas para conseguirlos.

Aunque estoy acostumbrado a convivir con estas situaciones casi a diario, hay casos que todavía no dejan de sorprenderme. ¡Llega un punto en que digo no más! Necesito escribirlo, compartirlo. Me veo en la necesidad de crear conciencia.

Es una pena ver el desperdicio de dinero, contactos y demás recursos de muchas estas personas: en lugar de vivir en la nebulosa pensando solamente en banalidades, podrían ser un aporte extraordinario de servicio a los demás. ¡Cuánto podrían ayudar a construir una mejor sociedad! Lamentablemente, son los últimos en enterarse de aquello.